Tener un estilo de vida saludable implica realizar actividad física habitualmente y comer adecuadamente.
Pero, ¿podemos presumir de llevar una vida saludable cumpliendo uno de los dos ítems?
La respuesta es no. Y es más, cuidado con “las medias tintas”.
Tener un estilo de vida activo y no cuidar tu alimentación puede incrementar el riesgo de ciertas patologías e incluso lesiones (por tejido inflamado, por ejemplo).
Por eso, tener unas mínimas nociones de cómo debemos planear los menús diarios y semanales, qué alimentos nos pueden ayudar a mejorar el rendimiento, o qué alimentos podemos tomar antes/durante/después de una sesión de entrenamiento para evitar molestias gastrointestinales, por ejemplo, debería ser de obligado conocimiento.
Recuerda, planificar entrenamiento y alimentación debe ir unido de la mano.